domingo, 11 de octubre de 2009

Cien años de Soledad, Úrsula Iguarán y José Arcadio Buendía

Cuando el pirata Francis Drake asaltó a Riohacha, en el siglo XVI, la bisabuela de Úrsula Iguarán se asustó tanto con el toque de rebato y estampido de los cañones, que perdió el control de los nervios y se sentó en un fogón encendido. Las quemaduras la dejaron convertida en una esposa inútil para toda la vida. No podía sentarse sino de medio lado, acomodada en cojines, y algo extraño debió quedarle en el modo de andar, porque nunca volvió a caminar en público. Renunció a toda clase de hábitos sociales obsesionada por la idea de que su cuerpo despedía un olor a chamusquina. El alba la sorprendía en el patio sin atreverse a dormir, porque soñaba que los ingleses con sus feroces perros de asalto se mentían por la ventana del dormitorio y la sometían a vergonzosos tormentos con hierros al rojo vivo. Su marido, comerciante aragonés con quien tenía dos hijos, se gastó media tienda en medicinas y entretenimientos buscando la manera de aliviar sus terrores. Por último liquidó el negocio y llevó a la familia a vivir lejos del mar, en una ranchería de indios pacíficos situada en las estribaciones de la sierra, donde le construyó a su mujer un dormitorio sin ventanas para que no tuvieran por donde entrar los piratas de sus pesadillas.
En la escondida ranchería vivía de mucho tiempo atrás un criollo cultivador de tabaco, don José Arcadio Buendía, con quien el bisabuelo de Úrsula estableció una sociedad tan productiva que en pocos años hicieron una fortuna. Varios siglos más tarde, el tataranieto del criollo se casó con la tataranieta del aragonés. Por eso, cada vez que Úrsula se salía de casillas con las locuras de su marido, saltaba por encima de trescientos años de cualidades, y maldecía la hora en que Francis Drake asaltó Riohacha. Era un simple recurso de desahogo, porque en verdad estaban ligados hasta la muerte por un vínculo más sólido que el amor: un común remordimiento de conciencia. Eran primos entre sí. Habían crecido juntos en la antigua ranchería que los antepasados de ambos transformaron con su trabajo y sus buenas costumbres en uno de los mejores pueblos de la provincia. Aunque su matrimonio era previsible desde que vinieron al mundo, cuando ellos expresaron la voluntad de casarse sus propios parientes trataron de impedirlo. Tenían el temor de que aquellos saludables cabos de dos razas secularmente entrecruzadas pasaran la vergüenza de engendrar iguanas. Ya existía un precedente tremendo. Una tía de Úrsula, casada con un tío de José Arcadio Buendía, tuvo un hijo que pasó toda la vida con unos pantalones englobados y flojos, y que murió desangrado después de haber vivido cuarenta y dos años en el más puro estado de virginidad, porque nació y creció con una cola cartilaginosa en forma de tirabuzón y con una escobilla de pelos en la punta. Una cola de cerdo que no se dejó ver nunca de ninguna mujer, y que le costó la vida cuando un carnicero amigo le hizo el favor de cortársela con una hachuela de destazar.

domingo, 9 de agosto de 2009

Sueña el viejo Antonio que la tierra que trabaja le pertenece, sueña que su sudor es pagado con justicia y verdad, que hay escuela para curar la ignorancia y medicina para espantar la muerte, sueña que su casa se ilumina y su mesa se llena, sueña que su tierra es libre y que es razón de su gente gobernar y gobernarse, sueña que está en paz consigo mismo y con el mundo. Sueña que debe luchar para tener ese sueño, sueña que debe haber muerte para que haya vida. Sueña Antonio y despierta... Ahora sabe qué hacer y ve a su mujer en cuclillas atizar el fogón, oye a su hijo llorar, mira el sol saludando al oriente, y afila su machete mientras sonríe. Un viento se levanta y todo lo revuelve, él se levanta y camina a encontrarse con otros. Algo le ha dicho que su deseo es deseo de muchos y va a buscarlos. Sueña el virrey que su tierra se agita por un viento terrible que todo lo levanta, sueña con que lo que robó le es quitado, sueña que su casa es destruida y que el reino que gobernó se derrumba. Sueña y no duerme. El virrey va donde los señores feudales y éstos le dicen que sueñan lo mismo. El virrey no descansa, va con sus médicos y entre todos deciden que es una brujería india y entre todos deciden que sólo con sangre se liberará de ese hechizo y el virrey manda a matar y encarcelar y construye más cárceles y cuarteles y el sueño sigue desvelándolo.
En este país todos sueñan. Ya llega la hora de despertar...

domingo, 2 de agosto de 2009

Murga Cachengue y Sudor.


Indulto, Obediencia debida y con el Punto final,
todos esos asesinos quedaron el libertad.
Murguita que no se olvida de todo lo que pasó,
pa’ todos los genocidas no hay olvido ni perdón.


Señor, aquí está Cachengue,señor,
aquí está Cachengue y Sudor.
Señor, la murga critica entonando esta canción.

Allí comenzó la historia y el modelo se instaló,
globalizaron el mundo, hambre y desocupación.
Pedimos pa’ nuestro pueblo pan, salud y educación,
si no ponen lo que tienen van a tener molotov


Señor, aquí está Cachengue,
señor, aquí está Cachengue y Sudor.
Señor, la murga critica entonando esta canción


Y para ir terminando
nos queremos acordar
que en un museo no entra
semejante atrocidad

Que la memoria es futuro
que sirve pa` caminar,
si los que buscan lo esconden
nunca lo van a encontrar


Señor, pregunto por López, señor
¿Dónde está Luciano? Señor!
pa´ todos los fachos
Proponemos paredón


A todo lo antes dicho
le agregamos pa´ crecer
un poquitito de murga
y empecemos a mover

No te quedes ahí parado
si prestaste atención
Cachengue te esta invitando
a que bailes con pasión


Señor, pregunto por López, señor
¿Dónde está Luciano? Señor!
pa´ todos los fachos
Proponemos paredón.

lunes, 13 de julio de 2009

El Mundo de Sofía

Se puede sacar un conejo blanco de un sombrero de copa. Dado que se trata de un conejo muy grande, este truco dura muchos miles de millones de años. En el extremo de los finos pelillos de su piel nacen todas las criaturas humanas. De esta manera son capaces de asombrarse por el imposible arte de la magia. Pero conforme se van haciendo mayores, se adentran cada vez más en la piel del conejo, y allí se quedan. Están tan a gusto y tan cómodos que no se atreven a volver a los finos pelillos de la piel. Sólo los filósofos emprenden ese peligroso viaje hacia los límites extremos del idioma y de la existencia. Algunos de ellos se quedan en el camino, pero otros se agarran fuertemente a los pelillos de la piel del conejo y gritan a todos los seres sentados cómodamente muy dentro de la suave piel del conejo, comiendo y bebiendo estupendamente.

-¿Mamá, no te parece extraño vivir? -empezó.
La madre se quedó tan aturdida que no supo qué contestar. Sofía solía estar haciendo los deberes cuando ella volvía del trabajo.
-Bueno -dijo-. A veces sí.
-¿A veces? Lo que quiero decir es si no te parece extraño que exista un mundo.
-Pero, Sofía, no debes hablar así.
-¿Por qué no? ¿Entonces, acaso te parece el mundo algo completamente normal?
-Pues claro que lo es. Por regla general, al menos.
Sofía entendió que el filósofo tenía razón. Para los adultos, el mundo era algo asentado. Se habían metido de una vez por todas en el sueño cotidiano de la Bella Durmiente.
-¡Bah! Simplemente estás tan habituada al mundo que te ha dejado de asombrar -dijo.
-¿Qué dices?
-Digo que estás demasiado habituada al mundo. Completamente atrofiada, vamos.
-Sofía, no te permito que me hables así.
-Entonces, lo diré de otra manera. Te has acomodado bien dentro de la piel de ese conejo que acaba de ser sacado del negro sombrero de copa del universo. Y ahora pondrás las patatas a cocer, y luego leerás el periódico, y después de media hora de siesta verás el telediario.
El rostro de la madre adquirió un aire de preocupación. Como estaba previsto, se fue a la cocina a poner las patatas a hervir. Al cabo de un rato, volvió a la sala de estar y ahora fue ella la que empujó a Sofía hacia un sillón.
-Tengo que hablar contigo sobre un asunto -empezó a decir.
Por el tono de su voz, Sofía entendió que se trataba de algo serio.
-¿No te habrás metido en algo de drogas, hija mía?
Sofía se hechó a reír, pero entendió por qué esta pregunta había surgido exactamente en esa situación.
-¿Estás loca? -dijo-. Las drogas te atrofian aún más.
Y no se dijo nada más aquella tarde, ni sobre drogas, ni sobre el conejo blanco.

sábado, 2 de mayo de 2009

Entrevista a Eduardo Galeano, HECHO EN BS AS.

La puerta del ascensor se abre en la planta baja de un refinado hotel de pretenciosa arquitectura. De él baja el único pasajero: jeans y camisa turquesa. Por debajo, una camiseta negra. Camina lento y sin apuro. Nos saludamos e intercambiamos las primeras palabras: que el tiempo está loco, que es extraño el frío para la época y otras vaguedades climáticas. Buscamos un lugar para tomar un café, una de las actividades que además de escribir, le apasionan.

¿Qué se aprende en los cafés que no se aprende en otros lugares?

Una lección de la vida es saber valorar el tiempo y la posibilidad de perder el tiempo; tener siempre tiempo para perder el tiempo. Yo no tuve educación formal. Todo lo que sé, se lo debo a los cafés viejos de Montevideo, los que me formaron. Eso de perder el tiempo es otra de las cosas que se perdió…
Sí, se perdió porque ahora el tiempo tiene un valor de rentabilidad, que tiene un precio que es superior al valor y entonces el tiempo se vende, como todo. En mi caso en particular, aprendí el arte de narrar en los cafés, escuchando narradores, gente que no sé quiénes eran pero me colaba en sus mesas. En aquel tiempo se podía andar por Montevideo sin documentos, sin nada. No había violencia, entonces, yo en los cafés me sentaba y escuchaba: así aprendí el arte de narrar.

¿Dónde se aprende hoy el arte de narrar?

Todavía tengo un café, me lo habían cerrado pero ahora lo reabrieron, el Brasilero. Es un café de 1887… Y la verdad que el café, hablando de rentabilidad, no es rentable. Que un tipo esté tres horas en una mesa con un cortado es inimaginable en el mundo de hoy. De todos modos el arte de narrar se aprende escuchando, siempre: eso no ha cambiado. Para no ser mudo hay que empezar por no ser sordo. Si vos no sabés escuchar no vas a saber hablar o en todo caso lo que digas no va a tener interés para los demás porque los laberintos de tu propio ombligo pueden ser apasionantes para vos pero para el resto de la humanidad no tienen por qué ser interesantes. Para poder hablar hay que saber escuchar, y hay que recibir esas voces y aprender que las voces que valen la pena escuchar suenan, a veces, en los lugares menos presentables. No en los foros universitarios, en los centros donde se reúnen expertos para explicar cómo es el mundo sino en lugares sencillos, simples. Por ejemplo las paredes…

¿Qué ves en los graffitis de esas paredes?

Yo soy un gran lector de paredes, que es la imprenta de los pobre, el periódico abierto a todos. Y ahí, en el Río Pinturas, en Argentina, están los primeros graffitis: son esas manos, que es un modo de decir ‘yo estuve ahí, yo soy algo más que una mota de polvo en el universo, yo soy algo más que un instantito de tiempo’. Y un poco lo que mueve a la gente a escribir algo en la pared es eso, aparte de opinar. A veces opinan estúpidamente: “Las vírgenes tienen muchas navidades pero ninguna Nochebuena” o “nos mean y la prensa dice que llueve”.

Ese último es de Buenos Aires…

Y el otro es de Montevideo. Pero hay millares de maravillas que uno va rescatando… y después lo que uno escucha, la maravilla del relato oral. Es verdad que el lenguaje popular se ha degradado mucho por obra de la televisión y de los medios masivos que imponen cierto lenguaje. Tengo una amiga de las Islas Canarias que se interesa mucho por temas de lenguaje rural en las aldeas perdidas de las islas. Entonces andaba recorriendo por ahí con un aparatito de estos (señala al grabador) para recoger las voces de los viejos y muchos le decían, ‘no, mejor hable con él que habla mucho más bonito’. Y él era el nieto, el bisnieto. Y ellos hablaban como la tele, por eso hablaban más bonito…

¿En qué cosas América Latina sigue teniendo las venas abiertas?

¿Qué te voy a contestar… lo mismo que siempre contesto? Que me encontré con el Conde Drácula en una calle de Buenos Aires, que andaba buscando psicoanalista por el complejo de inferioridad que le producían las grandes corporaciones internacionales. Eso contesto siempre para evadirme. Lo cierto que sí es una región del mundo que trabaja al servicio de otra. Sí es cierto, eso sigue siendo verdad, y que no hay ninguna riqueza inocente: toda la riqueza se nutre de alguna pobreza. Con esta crisis mundial el mundo entero está aceptando con bastante pasividad, y hasta con aplausos, estos regalitos que van recibiendo los banqueros, los pobres banqueros que son los culpables de esta catástrofe financiera. Los banqueros son los que reciben la recompensa y los premian con 3 millones de millones. A la larga eso lo paga el llamado “Tercer Mundo”, las naciones sometidas, que venden lo que venden cada vez más barato, pagan deudas externas que son como sogas en el pescuezo con una vuelta de rosca y otra y otra. Por fin se le ocurrió a alguien –Correa, en Ecuador- ver si era legítima o no. Le vamos a pagar la deuda legítima, pero primero vamos a ver qué es esa deuda. Argentina no sabe la deuda que paga; Uruguay tampoco. Se supone que son deudas que vienen de alguna parte pero nunca a nadie se le ocurrió escarbar una por una para decir ‘esta deuda no la vamos a pagar’.
Chile no tendría que pagar los préstamos que le dieron a Pinochet para que asesinara gente, al igual que otros asesinos de países que contaron con auxilio. La mayor deuda se incrementa en la época de las dictaduras. Cómo ves el papel de los medios, por ejemplo, con un tema como el de la inseguridad.
Yo a veces escucho TN y me da la impresión de que Buenos Aires debe ser como Irán o Bagdad. Y llego a Buenos Aires y no tiene nada que ver con lo que cuentan. Además se ha dado un fenómeno, este también internacional: es impresionante cómo en la época de la globalización se repite todo. Qué poca originalidad. Los países tienen menos capacidad de decir lo suyo, de caminar su camino. Entonces se dan esas copias universales: los informativos de la televisión. Empiezan, en casi todos los países, con temas de seguridad pública, crímenes, violaciones, asesinatos. Eso es la mitad o más del informativo, con lo cual la población queda temblando y diciendo ‘estamos en manos de los delincuentes’.

Tocan las fibras del miedo…

Un miedo que es el peor de los consejeros, porque el miedo aconseja mano dura. ‘Acá lo que se necesita es mano dura’ y la democracia tiene mano blanda, entonces de ahí a la nostalgia de la dictadura militar hay un camino muy cortito. Es un tema bárbaro porque hasta ahora la izquierda no ha podido resolver el tema de la inseguridad. Quizá porque la inseguridad no existe, la inseguridad es el resultado de otras cosas, de la injusticia social, de la cultura del consumo.
Antonio Machado, el gran poeta español, decía una frase liadísima: ‘ahora cualquier necio confunde valor y precio’. Y ese es un retrato del mundo de nuestro tiempo. La cultura del consumo, que es lo que se le inyecta a la gente todos los días, sobre todo, por los medios, pero también por el sistema educativo que sostiene la idea de que el que no consume, no existe. Y esa cultura se funda en esa confusión del valor y el precio. Entonces vos valés si tenés ropa más cara. Y eso es una incitación al delito porque si vos le metés eso en la cabeza a los chicos de la villa o la gente más desamparada –la idea de que ser es tener y que si no tenés no sos- es una invitación al delito.

Y también lleva a que veamos al otro, como vos mismo decís “como una amenaza y no como una promesa…”

Exactamente. Y hay una dictadura del miedo a escala universal. Ahí también todo se copia. Hay una vieja leyenda china de un leñador que pierde el hacha. Entonces el leñador lo mira al vecino, y ve que tiene cara de ladrón: ‘¿usted no vio un hacha?’, pregunta. ‘No, no’, contesta el vecino. ‘Me contestó como un ladrón’, piensa el leñador. Le coincidía todo. A las dos o tres horas encuentra el hacha que se le había caído en unos árboles, vuelve a mirar al vecino y piensa: ‘La verdad que no tiene para nada cara de ladrón’. Pero mientras el hacha estaba desaparecida el vecino era culpable. El tema de la justicia por mano propia proviene de ese equívoco.

¿Qué te impulsa a expresar injusticias?

Yo nunca sentí que fuera el denunciador de nada. Yo simplemente soy un enamorado de la realidad y trato de contarla, en lo que tiene de horrendo y en lo que tiene de maravilloso. Porque si contara sólo lo horrendo, la gente se moriría de aburrimiento, que es lo que pasa con la mayor parte de la literatura bienintencionada, que en lugar de generar indignación genera sueño. No sueños, sino sueño, o sea una irresistible necesidad de dormir y en efecto estas letanías de dolor incesante no conducen a ninguna parte porque aburren a todos y, además, justamente, los dolientes lo que menos quieren es volver a escuchar el dolor que padecen. Hay que saber cómo acercarse a estos temas –a veces muy espinosos- logrando que sean atractivos y que estén siempre acompañados por una contraparte: una pequeña frase, una pequeña cosita que indique que en medio de ese desierto hay un trébol de cuatro hojas, o de cinco, o de seis hojas.

Afuera a parado de llover pero dentro nuestro hay un diluvio. Nos despedimos. Él va en busca del mismo ascensor que lo trajo a la planta baja. Antes de perderse en él, nos dice algo sonriendo que no entendemos. Ya no hay tiempo de preguntarle qué dijo, la próxima vez será.

martes, 24 de marzo de 2009

Cárcel común, perpetua y efectiva.


Por estos hijos nuestros, nuestros hijos
pido castigo.
Para los que de sangre salpicaron la patria
pido castigo.
Para el verdugo que mando esta muerte
pido castigo.
Para el traidor que ascendió con el crimen
pido castigo.
Para el que dio la orden de la agonía
pido castigo.
Para los que defendieron el crimen
pido castigo.
No quiero que me den la mano empapada en sangre
pido castigo.
No los quiero de embajadores, tampoco en sus casas tranquilos
los quiero ver aquí, juzgados, en este lugar.
¡Quiero castigo!
¡Quiero castigo!

lunes, 16 de marzo de 2009

El oficial.

Mirando sin querer,
sin más culpa que estar
ellos cruzando la orilla,
no llegaban los tres a 26
y en el bar viendo a su país morir.

Dónde vamos a parar, no puede ser,
mi hermano está ahí.
¿Cuándo vamos a tener de nuevo una vida?
dónde vamos a parar, no puede ser,
mi hermano está ahí.
¿Cuándo vamos a tener de nuevo una vida?

Basta, gritó el chacal, el oficial
y sin clemencia les disparó
uno por uno
y los arrastró a la calle de los pies.

Dónde vamos a parar, no puede ser,
mi hermano está ahí.
¿Cuándo vamos a tener de nuevo una vida?
Dónde vamos a parar, no puede ser,
mi hermano está ahí.
¿Cuándo vamos a tener de nuevo una vida?

Abro la mano, el aire está quemando,
la noche muerde el cielo casi sin querer,
las nubes apretadas empujan la ventana,
yo miro los incendios que muestra la tv.

Son evidentes
las marcas en mi frente,
el techo se desploma
y ya no queda nada más.

Una puteada, un facho, un demente,
el ritmo de las balas
sigue marcando el compás.

Dónde vamos a parar, no puede ser,
mi hermano está ahí.
¿Cuándo vamos a tener de nuevo una vida?
Dónde vamos a parar, no puede ser,
mi hermano está ahí.
¿Cuándo vamos a tener de nuevo una vida?